martes, 26 de mayo de 2015

Letras de una tarde de mayo

Se sabía todas las canciones habidas y por haber. Y las que no conocía se las aprendía. Vaya forma de bailar que tenía, no se si lo hacía mal o bien, pero no había quien la parase. Sus pies se movían de una manera que no puedo describir; sobrehumana se podría llamar. Y su cuerpo se balanceaba al compás de la música en perfecta sintonía. Era maravilloso. Toda ella era maravillosa.
También estaba loca, pero era una locura sana. Y por supuesto, también me volvía loco a mi. Me enloquecía su risa de niña pequeña, sus caricias que me decían que todo saldría bien en los momentos difíciles y la forma en la que me miraba cada vez que se me entregaba. Me enloquecía su cuerpo encima de mi en las noches de tempestades, y su manera de hacerme sentir pequeño y torpe.
Ella era la viva imagen de la felicidad. Siempre riendose, aunque no estuviera junto a ella. Sin duda era impresionante. Incluso cuando nos separamos se siguió riendo, aunque se que por las noches, tras desabrochar la cremallera de su falda y apaciguar los huracanes que formaba con el vuelo de esta, dejaba que sus lágrimas bañaran el colchón desgastado y besaran la almohada mientras la luna, callada y expectante, la consolaba con su luz.
Aunque tal vez, fuera yo a quien la luna consolaba con su blanca luz, mientras bañaba el colchón acostumbrado ya a mis lágrimas de amor, esperando con ansia volver a apaciguar los huracanes que ella formaba con el vuelo de su falda, desabrochándosela  y besandola, como en aquellas noches en las que solo yo tuve el placer de tenerla. Quien sabe... Igual era yo al que la gente animaba. Incluso ella me animaba. Y puede que fuera yo quien la buscaba cada vez que salía de casa, y no solo la buscaba con los ojos. También lo hacía con el corazón.
Lástima que su corazón jamás volviera a encontrarme. El mio si que lo hizo. Ahora solo me quedan sus canciones, aunque ya no me contento con haberla tenido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario