jueves, 2 de junio de 2016

Encajar.

Atrapada en el invierno Ruso de una guerra más interna que mundial, encontré la última pieza del puzzle que nunca supo completar. Escondida entre las páginas de un viejo libro de historia yacía su silueta, sus curvas por las que todos los hombres,
imprudentes, insensatos, necios...
se mataban con la luz del sol. 
Perdida entre las mil piezas que la rodeaban y se burlaban de ella por ser distinta, por no encajar, la encontré. Asustada, indefensa, vulnerable, humana. 

La encontré, sin buscarla, sin querer encontrarla. Sin querer tocarla. 
La encontré suplicando, confesándose humana, y quién se lo iba a decir a ella, después de haberse proclamado diosa griega, después de haber asesinado a cientos de hombres con el tornado que generaban sus pestañas. 
Allí la encontré, cansada de llorar. Anclada en el invierno de una guerra que solo había comenzado. Una simple pieza, que su dueño nunca supo encajar. 

Pequeñas piezas que la envidiaban, peligrosas curvas que poseías, gran imagen que reflejabas, ¿dónde te has ido? ¿Dónde está tu juventud, tu imagen, tu poderío? ¿Acaso se ha marchitado como la rosa que no vive más de un día? o ¿ha querido abandonarte como tu quisiste marcharte?

Querida pieza que nunca llegaste a encajar, 
querido puzzle que nunca supieron completarte,
no te dejes perder en un invierno que nunca acabará.