viernes, 3 de abril de 2015

Mil mentiras.

No era necesidad lo que sentía. Era miedo. Miedo a estar sola. A quedarme sin nada. Me sentía estúpida por creer que todo aquello había sido amor. Por creer en cuentos de hadas. No. Solo era miedo a la soledad. Recordé entonces cuando era pequeña y llegaba a casa llorándole a mi madre porque algunas niñas me dejaban de lado, y como ella me decía: "cariño, porque ahora compartan los mismos gustos no van a quererte menos", nunca lo entendía. Hasta ahora. Por fin le encontré el sentido. Pero se lo encontré tarde, cuando ya no me quedaba nada, cuando ya no oiría un "te lo dije" de esos que tanto odio. Estaba sola. No quedaba nada. Solo el eco de un adiós. Siempre debí imaginarlo, se estaba despidiendo y yo nunca lo supe. O tal vez no me quise dar cuenta. Y ahora que lo hacía era tarde para las disculpas, para las promesas. Se había estado despidiendo de mi y yo no lo había retenido para que se quedase. Maldito miedo. 
Y ahora solo tocaba pasar página, pero ¿cómo hacerlo si todos mis libros llevan escrito su nombre? Puede que solo me hubiese llenado la cabeza de expectativas, que ahora jamás se iban a cumplir. Me la había llenado de mentiras. De sueños imposibles. ¿Por qué Disney nunca nos cuenta que hay más allá? Puede que por miedo. Si, asi es.Cenicienta, Ariel o Blancanieves también vivieron rodeadas de mentiras. Y ahora me tocaba a mi vivir de las mil mentiras que habitaban en mi espacio interior. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario