lunes, 20 de abril de 2015

Punto.

...Y me sentía muerta. Sin necesidad de vivir. Bueno, más que necesidad eran ganas, si eso es, ganas. No tenía ganas de vivir, o más bien era que no quería. Probablemente sería eso, si. No quería vivir. Nunca lo hubiese admitido, pero a esas alturas ya daba igual. Todo daba igual. Yo no quería vivir y a la gente no parecía importarle. Puede que por eso me sentía tan muerta.
 Y así fue, no encontré otra salida. Ya no importaba nada. Yo no importaba. No era nadie. Y lo hice. Pero no por ser alguien, porque ya se que no solucionaba nada. Y si, ya se que solo me hacía daño, que ni siquiera me estaba matando. Pero el dolor era una especie de narcótico que me hacía sentir bien. Me hacía sentir... algo que no se puede expresar siquiera con palabras. Viva. Si, puede que esa sea la palabra, así me hacía sentir aquel escozor que azotaba cada poro de mi delicada piel. No había otra forma de no sentirme muerta, salvo aquella. Aquella en la que ver la sangre caer era la única forma de asegurarme de que seguía viva, de que aquello todavía recorría mis venas. Bueno, mis venas y el suelo de mi habitación. Mi único refugio. Dónde solo yo, tenía acceso. Si, sin duda aquello era vida, o muerte tal vez. Puede que fuera mas de lo primero que lo último, o viceversa

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