miércoles, 11 de febrero de 2015

Pequeña

Pequeña. Ese es tu nombre. Pequeña. Nombre que suena tan frágil y delicado. Nombre que te hace honor. Pequeña. Jamás me cansaré de llamarte así, y se que tú nunca te cansarás de oírmelo decir. Porque así eres, pequeña, delicada y frágil; sentida y emocional, igual que esa canción que sonaba aquella tarde de primavera cuando nos conocimos. Desde aquel día no te he sacado de mi mente (tampoco lo he intentado si te soy sincero). No logro saber que tienes que me hace tan feliz, pero lo tienes y con eso me basta. 
Aquella tarde estabas preciosa, llevabas un precioso vestido azul de manga francesa con pequeños lunares blancos y unas victoria blancas que conjuntaban a la perfección, con el tono de tu piel. Una piel pulida, dorada por el sol ya cálido del mes de Mayo. No pude evitar observar los movimientos que hacías al bailar, como si nada importase, como si el mundo que había a tu alrededor no existiese. Te confieso que no lo hacías nada mal. Quise acercarme, pero estabas con tus amigas y me daba corte, no por ellas si no por ti, por el echo de que te dijeran algo. Me pasé toda la tarde sentado en aquellas sillas de plástico típicas de las fiestas, mirándote embobado, como si no hubiese nada más a mi alrededor. Recuerdo que uno de los chavales con los que estaba me preguntó: "¿Te gusta? Es muy guapa. Si de verdad te gusta, vete, preséntate, porque aquí sentado no haces nada" Fue el único que se dio cuenta de que te miraba, a parte de tus amigas, claro. Ellas ya me habían pillado mirándote más de una vez, aunque (supongo que por protegerte) no te dijeron nada. Pero no hizo falta que lo hicieran porque tú también te habías dado cuenta. ¿De verdad soy tan transparente? Joder. 
Jamás se me borrará de la mente esa sonrisa al presentarte, y esos sonoros dos besos, desde entonces todo ha cambiado muchísimo. Aquella noche, fue todo tan diferente... Verás, esto nunca te lo he contado, pero quiero que lo sepas. Antes de conocerte, la primera noche que conocía a una chica ya me la tiraba, supongo que porque no me importaban los sentimientos; pero contigo fue tan diferente... Entendí que no me hacía falta acostarme contigo, ni siquiera besarte para sentirme bien, me bastó con hablar y reír. Y bailar. Hay que ver como bailabas, no había quien te parase. Ahí comprendí que no quería compartir el café por las mañanas con otra que no fueras tu (y aún sigo sin querer hacerlo). Me enamoré ¿sabes? Y desde entonces: nuestros paseos por la playa, las tardes de invierno viendo la lluvia caer, la escapada a aquella especie de isla,la primera vez que te hice mía, los ataques de celos y las reconciliaciones. Y cada beso. Nuevo. Dulce. Que renace con cada amanecer. 
Por eso te dedico estas palabras, pequeña mía. Para que recuerdes. Para que veas todo lo que hemos conseguido, y lo que nos queda por lograr. 
Gracias, pequeña. 
                                                                                                                            
                                                                                                                            Siempre tuyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario