domingo, 16 de octubre de 2016

Desirée

Una vez conocí a alguien. Tenía nombre de mujer. De diosa griega.
Tenía nombre de bebida alcohólica y de puta. De estrella, de diva de las de antes. Tenía nombre que sonaba a música, que olía al humo del cigarro que te fumas después de un polvo. Su nombre sonaba en las paredes de todas las habitaciones que pisaba. Sabía a caramelo y whisky, a sudor, a una noche de hotel.
Era de esas mujeres con las que me gustaría acostarme. Con las que me tomaría un café en cualquier terraza. Con las que me quedaría hablando de arte, de hombres, o de sexo hasta las tantas. De esas a las que le dedicaría el poema más verdadero y el más romántico. De esas mujeres que hacen que me ponga tonta, o cachonda, o las dos a la vez. Era de esas mujeres fuertes. De las que se caen y vuelven a levantarse. De las que se emborracha tan rápido como se enamora, e incluso en ese estado de embriaguez, es capaz de hablar con coherencia y verdad.
Ella tenía nombre de mujer. Y cuerpo de mujer. Y voz de mujer.
Puede que por eso me enamorase. Pero no os penséis que me enamoré de la forma aburrida y convencional. Me enamoré de su persona, de como me miraba sin parecer que me estaba perdonando la vida, de como era. Real, única. Me enamoré de su mente, de su forma de pensar e imaginar.
Y imaginando me tuvo a mi muchas noches. Imaginándola, soñándola, abrazándola. Me desvelaba, me quitaba el sueño y también me lo provocaba.
Ella era el frío y el calor, el sol y la lluvia. No tenía termino medio. Era el agua que llenaba mi bañera y la sequía de mi desierto. Era mi ídolo adolescente, mi actriz. Era mi sueño y mi vigilia. Era todo y no era nadie. Era una zorra, en busca de un árbol para taparse del chaparrón. Y lo encontró. Encontró su árbol, su refugio, ese lugar donde se encerraba a escribir cuando llegaba la tormenta.
Ella era un libro abierto, que si lo tocaban las manos equivocadas se cerraba con candado. Pero si lo tocaba quien debía, le regalaba sus palabras, sus letras... Y yo fui una de ellas. Fui sus palabras, sus letras, alguno de sus guiones, su película y su obra. Pero eso es otra historia...
Ella era el nombre y los apellidos del premio nobel de las letras, era la portada de mi libro favorito y mi película.
Ella era mi mujer. Mi super mujer y a día de hoy, lo sigue siendo.

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