jueves, 21 de enero de 2016

Mi vida no volverá a ser tu hospital.

No hay teoría que explique la razón de por qué,
solo me acuerdo de ti en los días de lluvia,
cuando el frío me cala,
posiblemente por un suspiro de esos que hacen
que cualquiera te regale su ropa interior.
No hay tesis, que me de una razón concreta de por qué,
cerraron la tienda de caramelos a la que Irene iba todos los días,
alomejor a causa de un movimiento de pestañas
ya sabes, de esos que originan huracanes.
- Por cierto, mueves las pestañas,
muy bonito -
No hay religión, que cuyo libro pueda convencerme
de que vas a volver.
Ya no te quiero.
No vuelvas por aquí.

A pasar por mi casa, en la que todavía siguen tus cosas;
las quemaré, para que de las cenizas
nazcan girasoles de color rosa.
Para que me crezcan flores en los dedos de los pies
o en el pelo.
A buscarme todas las tardes
a la hora en la que tres niños se pelean
por una pequeña hija de puta. Dónde,
al mismo tiempo en otra zona del mundo,
una madre celebra la perdida de su marido
el cual solo le ha dejado un canario de color gris.
A pasarte por mi cabeza, tres minutos antes
de que un niño en un hospital haga caída libre
y se duerma.
A mi.

No vuelvas.
No te odio.
Solo te admiro.
Y deberías temerme por ello.
No vuelvas por mi ciudad,
esa en la que nunca ha pasado nada.
Por la tienda de caramelos que cerraron
donde Irene quedaba con Laura
para hacer cosas de mayores.
Papá y mamá nunca me lo quisieron contar.
Tal vez puedas hacerlo tú, pero con la boca cerrada.
Más bonita tu garganta así,
callada
 muda
  ausente.
Como las ruinas que maquillan Grecia,
las secuelas que le dejaron a Cherbonyl después de que
su mujer le abandonara para irse con alguien más joven;
o como los fantasmas que habitan Detroit,
tu alma
o mi cabeza, buscando a alguien con quien hablar
de la crisis o del tiempo
que llevan encerrados.

Fantasmas que están más vivos que yo,
que las mariposas que resucité a disparos por no saber
comportarse cuando se acercaba alguien a prestarme un poco
de eso que la gente llama alegría.
Más vivos que mi mano, que no para de escribir poemas
que están contentos, como este, que no deja de reírse
de ti
y que no para de llorar
por mi.

Bienvenido a mi hospital, donde las paredes
son "amarillo chillón" y vaya si chillan,
no se callan, sobre todo por las noches.
Aquí las baldosas son la combinación
que da a un pista de baile de los 70´s.
Donde todas las frases acaban "mal":
El niño que hace caída libre la hace mal,
la tienda de caramelos que cerraron porque Irene
hacia cosas de mayores
(que mis padres nunca quisieron contarme)
con Laura, es mal.
Que Bella se comiera a Bestia,
le sentó mal.
Disfruta de tu estancia aquí,
porque podrás salir siempre.
Esta prohibido llorar
aunque muchas veces no podrás evitarlo.
Siéntete como en casa,
disfruta de tu estancia.

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