jueves, 21 de enero de 2016

La vez en la que un playboy me pidió que no le llorase...

Me pidió que no le llorase, lo que me obligó a quitarme de encima de él para no mojarle.
A girarme y a evitar ahogarme con mis propias lágrimas.
No se que hubiese preferido,
que el nudo de mi garganta me hubiese ahogado,
o no haber conocido a quien me lo ató.
Creo que me quedaré con la opción de ahorcarme con la soga
que ataba el ancla del barco que nunca llegó a chocar con un iceberg
pero que aún así no consiguió sobrevivir a la colisión de mi cuerpo sobre el suyo.

Después de años, volví a ver a aquel que me había suplicado que no le llorase,
que me había hecho quitarme de encima para que mis lágrimas no le rizaran el pelo,
que me había arreglado el corazón para romperlo de nuevo y coleccionar los cachos del cristal
que había dejado el huracán.
Me saludó como quien saluda a un compañero de clase con el que nunca tuviste demasiada
relación. Dos besos y un hola.
Lastima que nosotros fuimos más que compañeros de clase. Ojalá nunca lo hubiésemos sido.

"Te invito a un café", así de sencillo. Café el que había en sus ojos, que me quitaban el sueño
cuando le sorprendía mirándome y riéndose de mi por hablar en sueños.
Todavía hoy, en ocasiones, me lo sigue quitando. Al igual que la vergüenza y
la esperanza.
Acepté su café y su charla de casi tres horas, en la que comprobé que estaba igual
de roto que yo, o incluso un poquito más.
Entendí que no era la única que necesitaba arreglo, y esta vez fui yo la que le pedí
que no me llorase.
Su cara... Oh Dios su cara... para que os hagáis una idea,
podría haber salido a subasta y que nadie se la hubiese llevado.
No tuvo precio la forma en la que levantó la cabeza, donde sus ojos por primera vez
perdieron toda la cafeína que tenían, para convertirse en té.
Y quédate es lo que me hubiese gustado decirle, para que nunca más se volviera beber
el café solo.

Sin embargo me quedé callada, mirando como se alejaba y como
el nudo de mi garganta me volvía a apretar.
Ojalá me hubiese ahogado con mis lágrimas, ¿os lo imagináis?
"Adolescente rota muere tras ser asfixiada a manos de sus mejores amigas,
esas que siempre están en sus ojos"
Pero en cambio sigo aquí, porque en el fondo, soy una cobarde
que jamás se atrevió a dar ese paso;
Soy una pequeña zorra que se enamoró de un playboy. Y todos sabemos, que los
playboys no buscan zorras, solo conejitas que hagan lo que les pidan.
Puede que por eso me dejara correr en libertad, sin saber que yo
lo único que quería era que él corriera conmigo.

Ha pasado el tiempo, Y después de ese día en aquella cafetería, no volví
a saber nada más de él. Puede que mis lágrimas aunque nunca llegaron mojarle y a rizarle el pelo,
si que fueron capaces de ahogarle al final.
Por eso, nunca olvidaré la vez
en la que un playboy
me pidió que no le llorase.


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