jueves, 25 de febrero de 2016

Nunca te fíes de alguien que te abre la puerta del metro

¿Qué tal estás?
Y lo preguntas en un tono disimulando que no te importa lo que te vaya a responder, que no te dolerá cuando te diga que estoy bien y que todo ha pasado. Que soy una mujer nueva y que no volveré a girarme nunca más.

¿Qué tal estás?
Pues bien cariño, bien. No puedo estar mejor desde que me cerraste la puerta del metro en la cara, la misma que me abriste el primer día de clase, la misma que me abriste el día que fuimos a cenar por primera vez a aquel restaurante italiano. La misma cara, que me partí por darla en aquella guerra que perdí, la misma que me giraste la última vez que no quise saber nada más de ti. La misma cara sin maquillaje por los suelos que no dejaste que llegase a casa ningún fin de semana a las seis de la mañana.

¿Qué vas a hacer esta noche?
Y me lo preguntas como si no lo supieras, como si tuvieras la esperanza de que contestaré que pasar la noche contigo. Pero no cariño, no volveré a pasar frío una noche más durmiendo contigo, y no me refiero a que te lleves siempre la manta.

¿Qué vas a hacer esta noche?
Pues rodar amor. Bailar hasta que me duela el alma y destrozarme la garganta haciendo cosas que mamá nunca quiso contarme porque era demasiado pequeña
ahora seguro que tampoco me las contará
aunque seguro que las sigue haciendo con papá.
Olvidarme los zapatos en un bar de mala muerte del que alguien tenga que sacarme porque ni yo misma tengo fuerzas para hacerlo.
Volverme a destrozar la garganta y la espalda y el culo jugando a cosas de esas que los adultos llaman de mayores.
Y ponerme hasta el culo de alcohol, limón y recuerdos.
Y tirarme encima del primero que me mire con malos ojos
encima de un mar de harina blanca
para ponernos de todo
menos melancólicos.
Volver a casa con la cara  -Esa que me rompiste una vez-
más sucia del mundo
manchada de rímel, pintalabios y venganza.
Y a la vuelta
limpiar mi imagen desconfiando del primero que me abra la puerta
en el metro.
Sentarme en el vagón más vacío
y sentirme rodeada de gente,
ver pasar las golondrinas como Becker,
y esperar a que caiga la noche para escribir lo versos más tristes.

¿Y mientras tú? ¿Qué vas a hacer esta noche?
Pues rodar también, pero sin bailar, sin destrozarle la garganta a nadie haciendo cosas de mayores, de esas que tu madre te contaba cuando eras un crío
y que tu padre quiso enseñarte a hacer antes de tiempo.
Buscar mis zapatos en el peor bar de la ciudad, con la esperanza de que los zapatos sean lo menos importante que te encuentres allí, y tener que salir tú solo a rastras de aquel lugar porque nadie se atreva a hacerlo.
Y ponerte ciego de recuerdos y drogas.
Y lanzarte al vacío para suicidarte después,
debajo de una montaña de pastillas de colores.
Y a la vuelta, manchar tu foto de carné con la vergüenza de que el metro
te cierre la puerta por una vez, en la cara. Esperando que caiga la noche,
para volver a ver como tiritan los astros a lo lejos.  



No hay comentarios:

Publicar un comentario