Pero bendito el día que decidí llamarte para subirme contigo en los coches de choque, bendito aquel otro en el que me rayé porque "tenia algo en la nariz", o aquel en el que nos metimos en el baño y te aburrí durante dos interminables horas contándote la historia de mi vida, bendito aquel abrazo después de toda aquella conversación y tu dedo sobre mi cara secándome las lagrimas. Bendito invierno, y bendita noche vieja. Pero sobre todo bendito 28 de enero y bendita paciencia la tuya para no dejarme caer. A veces pienso que eres demasiado para mí, pero luego me digo que yo también soy demasiado y que por eso formamos tan buen equipo. Gracias por formar parte de él.
Feliz 17 de febrero al hombre de mi vida (tengo muy claro que eres tú) y felices 17. Por lo que todos sabían y nosotros ni nos imaginábamos. Te adoro (las sorpresas no acaban aquí, solo acaban de empezar)
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