Mi amor
se ahoga dentro de esta jaula
sin puertas
sin ventanas
sin libertad.
No puedo dejar de pensar
como algo tan grande
tan bonito
tiene que quedarse encerrado
en este ataúd de cristal,
en el que todos me ven
pero nadie me mira
ni se fija en lo que realmente hay dentro.
Un amor así,
debería correr en libertad;
salvaje;
hasta que otro cuerpo
se uniese a él
para correr sin mirar atrás.
Un amor así,
como este
no puede ser ocultado
debajo de la alfombra
como el polvo que nunca quieres echar de tu casa
y al que obligas a dormir contigo.
Algo tan sumamente mágico
no cabe en ningún armario
porque yo no soy ningún pantalón
ni ningún vestido o blusa.
Soy humana
y como humana
peco de amor.
Y que maravilloso amar
y ser amado
sin importar el cuerpo
las palabras
ni los candados.
Un sentimiento tan real
no está diseñado para quedarse encerrado
en urnas de papel.
Sino para volar
lejos, alto y fugaz.
Poemas libres y demás textos poliamor
jueves, 18 de mayo de 2017
domingo, 19 de marzo de 2017
La vida es bella
Qué alegría la de vivir
sabiendo que muero en mitad de tus versos.
Que felicidad
la de ver el mundo
a través de ti.
De llorar, de reír y volver a llorar
de alegría
y de tristeza
y de amor.
Que alegría morir
con la certeza de que tú
me revivirás
y que después de olvidarte de mí
me encontrarás bailando
en cualquier bar de por aquí
dando la nota.
Ya sabes lo poco que me gusta.
Y me mirarás
como quien mira a alguien
a quien cree estar salvándole la vida
pero mi mirada
inquieta y esquiva
rechazará la invitación de tus pupilas
porque se como son
los hombres como tú.
Y entonces gritaré:
que bonito es vivir
sintiéndose independiente
en completa libertad.
sabiendo que muero en mitad de tus versos.
Que felicidad
la de ver el mundo
a través de ti.
De llorar, de reír y volver a llorar
de alegría
y de tristeza
y de amor.
Que alegría morir
con la certeza de que tú
me revivirás
y que después de olvidarte de mí
me encontrarás bailando
en cualquier bar de por aquí
dando la nota.
Ya sabes lo poco que me gusta.
Y me mirarás
como quien mira a alguien
a quien cree estar salvándole la vida
pero mi mirada
inquieta y esquiva
rechazará la invitación de tus pupilas
porque se como son
los hombres como tú.
Y entonces gritaré:
que bonito es vivir
sintiéndose independiente
en completa libertad.
jueves, 9 de marzo de 2017
8 de Marzo
La M de María, Marta, Mayde, Margot, Mariel, Mónica, Marina, Mérida, Mercedes… la m de mujer, de mariposa, de magia, de mala, de madre, de mezquina, de mentirosa, de mitad, del metro, etc.
La m le ha dado la mano a la U en este día tan especial. Han decidido unirse,
como mujeres,
para luchar juntas.
La u, de Uxía, Úrsula, Uma, Udela, Urora…
La u de universo, de última, de útero, de usar, de usual, de unívoca, de urgente, de usurpar, de unir, de ultra, de única…
La u, unida a la m, ha cogido el brazo que le quedaba libre para tenderle la mano a la J, quien tumbada en el suelo,
llora
porque no ha podido defenderse de cuatro pronombres que la han seguido en la calle, hasta acorralarla.
La j de jodida, de jardín, de junio, del jurado, del juez, de la juventud, de jadear…
La j de Juana, Jair, Jimena, Julieta, Jara, Jennifer, Jessica, Jasmine…
llora desconsoladamente, porque la han culpado de provocarles, la han llamado de todo, menos bonita - que así es como se ve aunque no deje de llorar - le han hecho las mismas preguntas unas treinta veces dice que ha llegado a contar.
Pero aún así, coge el brazo que le tiende la u, y teniéndolas todas consigo, se levanta, para abrazarse a su compañera, la e
La E, que termina la palabra valiente y empieza energética y empoderada, se une a la marcha así.
La e, de Esperanza, Edurne, Esther, Estela, Elisabeth, Emma, Edna, Estefanía, Elena, Estrella, Eleanor…
Peina,
con sus puas,
las trenzas de la r.
La R, simbolo de revolución
se deja peinar, completando el puzzle.
La r de Rosa, Raquel, Rebeca, Ruth, Romina, Rosana, Rosario…
La r es respeto, revolucionaria, rompedora.
La r, es la pieza que completa el puzzle.
El puzzle eres tú.
Tu eres todas ellas.
Eres madre, magia, mariposas en el estómago, rebelión, revolucionaria, bonita, fuerte, empoderada.
Eres todo aquello que te dijeron que no podías ser,
todo lo que te ordenaron que fueras.
Eres todas las vocales,
las consonantes,
las sílabas
y las comas.
Los signos de puntuación y cada una de las letras del abecedario.
Eres todos lo idiomas, mujer, y todas las palabras de cada uno de ellos.
Eres la reina.
Y también el rey.
Eres ocho de marzo.
Eres mujer.
Feliz vida, hermana.
domingo, 5 de febrero de 2017
Somos mujeres
Las mujeres somos arte,
o eso es lo que dicen.
Yo también lo creo así.
Las mujeres somos arte,
poesía,
música,
pintura.
Somos cuadros
poco comunes
que no están hechos para la exposición,
sino para transmitir,
para reivindicar.
Somos mujeres;
fuertes
independientes
y bonitas.
Somos el vals que bailan dos enamorados el día de su boda
y la canción de dos novias
que sonríen mientras las notas
bailan
sobre los dedos
del pianista que toca en el restaurante donde cenan
y ríen
y besan.
Somos cine
clásico o innovador,
que más dará eso.
Somos las estrellas de esta ciudad
las que hacemos que el mundo no deje de girar
y que la música no deje de sonar.
Las que animamos a que las flores crezcan
y a que los poetas, sigan escribiendo.
Somos el alcohol que moja tus labios
o el hielo que resbala entre ellos;
lo erótico de un beso un baño,
el guiño en los ojos del soñador.
Somos mujeres
y somos arte
aunque el mundo
hoy en día
incoherente y deshumanizado
no sepa apreciar el arte
aún teniéndolo delante.
o eso es lo que dicen.
Yo también lo creo así.
Las mujeres somos arte,
poesía,
música,
pintura.
Somos cuadros
poco comunes
que no están hechos para la exposición,
sino para transmitir,
para reivindicar.
Somos mujeres;
fuertes
independientes
y bonitas.
Somos el vals que bailan dos enamorados el día de su boda
y la canción de dos novias
que sonríen mientras las notas
bailan
sobre los dedos
del pianista que toca en el restaurante donde cenan
y ríen
y besan.
Somos cine
clásico o innovador,
que más dará eso.
Somos las estrellas de esta ciudad
las que hacemos que el mundo no deje de girar
y que la música no deje de sonar.
Las que animamos a que las flores crezcan
y a que los poetas, sigan escribiendo.
Somos el alcohol que moja tus labios
o el hielo que resbala entre ellos;
lo erótico de un beso un baño,
el guiño en los ojos del soñador.
Somos mujeres
y somos arte
aunque el mundo
hoy en día
incoherente y deshumanizado
no sepa apreciar el arte
aún teniéndolo delante.
lunes, 17 de octubre de 2016
A la tercera...
Si todo lo que acabase en -arte lo fuese...
mirarte, bailarte o matarte me convertirían en la mejor de las artistas.
Sabría dibujar tus ojos, para plasmar de forma certera, tu mirada
clavada en las puntas abiertas de mi pelo.
Sería capaz de componer la melodía más pegadiza y bonita
que hayas escuchado jamás. Y te juro que nada tendría que envidiarle a tu risa.
Sería algo del tipo: "te invito a un café y a un polvo"
ya sabes, de esas cosas que no te esperas
pero se quedan ahí grabadas para siempre.
(estoy señalando a tu entrepierna.
Perdón, quise decir corazón)
Sería algo para ser bailado por una stripper
en tus caderas,
en un bar de carretera.
Mis palabras, tendrían la certeza de matarte;
lo siento, siempre he sido demasiado cobarde para jugar a esas a cosas,
sin embargo ellas no. Ellas pueden hacer el trabajo sucio
como cuando me hablas bajito
y me llamas,
de todas las malas maneras en las que se puede gritar a alguien.
Y a mi me parece tan erótico,
que dejaría que me llamases una vez
y otra
y otra ya no.
Porque la tercera no fue la vencida,
fui yo.
mirarte, bailarte o matarte me convertirían en la mejor de las artistas.
Sabría dibujar tus ojos, para plasmar de forma certera, tu mirada
clavada en las puntas abiertas de mi pelo.
Sería capaz de componer la melodía más pegadiza y bonita
que hayas escuchado jamás. Y te juro que nada tendría que envidiarle a tu risa.
Sería algo del tipo: "te invito a un café y a un polvo"
ya sabes, de esas cosas que no te esperas
pero se quedan ahí grabadas para siempre.
(estoy señalando a tu entrepierna.
Perdón, quise decir corazón)
Sería algo para ser bailado por una stripper
en tus caderas,
en un bar de carretera.
Mis palabras, tendrían la certeza de matarte;
lo siento, siempre he sido demasiado cobarde para jugar a esas a cosas,
sin embargo ellas no. Ellas pueden hacer el trabajo sucio
como cuando me hablas bajito
y me llamas,
de todas las malas maneras en las que se puede gritar a alguien.
Y a mi me parece tan erótico,
que dejaría que me llamases una vez
y otra
y otra ya no.
Porque la tercera no fue la vencida,
fui yo.
domingo, 16 de octubre de 2016
Desirée
Una vez conocí a alguien. Tenía nombre de mujer. De diosa griega.
Tenía nombre de bebida alcohólica y de puta. De estrella, de diva de las de antes. Tenía nombre que sonaba a música, que olía al humo del cigarro que te fumas después de un polvo. Su nombre sonaba en las paredes de todas las habitaciones que pisaba. Sabía a caramelo y whisky, a sudor, a una noche de hotel.
Era de esas mujeres con las que me gustaría acostarme. Con las que me tomaría un café en cualquier terraza. Con las que me quedaría hablando de arte, de hombres, o de sexo hasta las tantas. De esas a las que le dedicaría el poema más verdadero y el más romántico. De esas mujeres que hacen que me ponga tonta, o cachonda, o las dos a la vez. Era de esas mujeres fuertes. De las que se caen y vuelven a levantarse. De las que se emborracha tan rápido como se enamora, e incluso en ese estado de embriaguez, es capaz de hablar con coherencia y verdad.
Ella tenía nombre de mujer. Y cuerpo de mujer. Y voz de mujer.
Puede que por eso me enamorase. Pero no os penséis que me enamoré de la forma aburrida y convencional. Me enamoré de su persona, de como me miraba sin parecer que me estaba perdonando la vida, de como era. Real, única. Me enamoré de su mente, de su forma de pensar e imaginar.
Y imaginando me tuvo a mi muchas noches. Imaginándola, soñándola, abrazándola. Me desvelaba, me quitaba el sueño y también me lo provocaba.
Ella era el frío y el calor, el sol y la lluvia. No tenía termino medio. Era el agua que llenaba mi bañera y la sequía de mi desierto. Era mi ídolo adolescente, mi actriz. Era mi sueño y mi vigilia. Era todo y no era nadie. Era una zorra, en busca de un árbol para taparse del chaparrón. Y lo encontró. Encontró su árbol, su refugio, ese lugar donde se encerraba a escribir cuando llegaba la tormenta.
Ella era un libro abierto, que si lo tocaban las manos equivocadas se cerraba con candado. Pero si lo tocaba quien debía, le regalaba sus palabras, sus letras... Y yo fui una de ellas. Fui sus palabras, sus letras, alguno de sus guiones, su película y su obra. Pero eso es otra historia...
Ella era el nombre y los apellidos del premio nobel de las letras, era la portada de mi libro favorito y mi película.
Ella era mi mujer. Mi super mujer y a día de hoy, lo sigue siendo.
Tenía nombre de bebida alcohólica y de puta. De estrella, de diva de las de antes. Tenía nombre que sonaba a música, que olía al humo del cigarro que te fumas después de un polvo. Su nombre sonaba en las paredes de todas las habitaciones que pisaba. Sabía a caramelo y whisky, a sudor, a una noche de hotel.
Era de esas mujeres con las que me gustaría acostarme. Con las que me tomaría un café en cualquier terraza. Con las que me quedaría hablando de arte, de hombres, o de sexo hasta las tantas. De esas a las que le dedicaría el poema más verdadero y el más romántico. De esas mujeres que hacen que me ponga tonta, o cachonda, o las dos a la vez. Era de esas mujeres fuertes. De las que se caen y vuelven a levantarse. De las que se emborracha tan rápido como se enamora, e incluso en ese estado de embriaguez, es capaz de hablar con coherencia y verdad.
Ella tenía nombre de mujer. Y cuerpo de mujer. Y voz de mujer.
Puede que por eso me enamorase. Pero no os penséis que me enamoré de la forma aburrida y convencional. Me enamoré de su persona, de como me miraba sin parecer que me estaba perdonando la vida, de como era. Real, única. Me enamoré de su mente, de su forma de pensar e imaginar.
Y imaginando me tuvo a mi muchas noches. Imaginándola, soñándola, abrazándola. Me desvelaba, me quitaba el sueño y también me lo provocaba.
Ella era el frío y el calor, el sol y la lluvia. No tenía termino medio. Era el agua que llenaba mi bañera y la sequía de mi desierto. Era mi ídolo adolescente, mi actriz. Era mi sueño y mi vigilia. Era todo y no era nadie. Era una zorra, en busca de un árbol para taparse del chaparrón. Y lo encontró. Encontró su árbol, su refugio, ese lugar donde se encerraba a escribir cuando llegaba la tormenta.
Ella era un libro abierto, que si lo tocaban las manos equivocadas se cerraba con candado. Pero si lo tocaba quien debía, le regalaba sus palabras, sus letras... Y yo fui una de ellas. Fui sus palabras, sus letras, alguno de sus guiones, su película y su obra. Pero eso es otra historia...
Ella era el nombre y los apellidos del premio nobel de las letras, era la portada de mi libro favorito y mi película.
Ella era mi mujer. Mi super mujer y a día de hoy, lo sigue siendo.
Podrán cortar las flores...
Ya no se regalan flores.
Puede ser que porque se haya acabado la primavera,
aquella que parecía eterna.
La que antes duraba 365 días, y que ahora,
dura lo que dura un polvo en un baño,
en cualquier bar de Madrid,
a cualquier hora de la noche,
con cualquiera.
Se detuvo, aquella primavera que Neruda decía que no podrían parar,
decidió frenar en seco.
Como ese coche que quiso llevarse por delante mil y un pétalos
pero que se arrepintió en el ultimo segundo.
Ya no hay flores, ni tampoco primavera.
Y no porque las hayan cortado,
simplemente se han cansado de esperar.
Ya no se sale a bailar.
Es probable, que nos cansáramos
de que nos estuviesen pisando cada dos por tres;
de tener dos pies izquierdos;
y tres manos derechas,
que se quemaban cada vez que tocaban una cintura
o encontraban otra mano que,
-como el zapato de Cenicienta-
se empeñaba en encajar a la fuerza.
Ya no salimos a bailar, por miedo a que nos pisen,
sin darnos cuenta,
de que bailando solos
nos hacemos más daño,
del que pueden hacernos al pisar.
Ya no se escriben cartas.
porque las palabras de plástico
han devorado a las de cristal.
El papel ha sido quemado y al bolígrafo se le ha acabado la tinta.
La mano se ha dormido,
y la inspiración se ha apagado,
al igual que la luz de la habitación donde escribíamos.
Ya no se va al cine.
Porque nos basta con las películas que nos montamos nosotros mismos
una mirada de más, o un beso de menos,
son suficientes para crear un thriller,
o una saga entera.
Las palomitas han dejado de explotar de alegría,
y la bebida la hemos sustituido
por whisky y vozka del malo.
Los bombones se han derretido,
y el telón se ha puesto sus mejores galas
para salir a escena y cerrar la obra.
Ya no se dan los primeros besos del año,
ya no se brinda, ni se abre champan para celebrar.
La copas se rompen por el desuso
y los corazones se congelan de frío.
Las botellas se mantienen cerradas durante veintiocho años
hasta que se tiran,
porque el alcohol y la felicidad se han esfumado.
Todo seguirá estando bien,
mientras los bares sigan abiertos,
mientras tengamos que beber,
y mientras los escritores lleguen a sus libros
oliendo a sexo y whisky
a bajas horas de la mañana,
mientras sus letras, les preguntan a quien más
les han estado escribiendo poemas de amor.
Porque podrán cortar las flores, y podrán detener la primavera.
Podrán quemar los libros, pero nunca parar una palabra certera.
Puede ser que porque se haya acabado la primavera,
aquella que parecía eterna.
La que antes duraba 365 días, y que ahora,
dura lo que dura un polvo en un baño,
en cualquier bar de Madrid,
a cualquier hora de la noche,
con cualquiera.
Se detuvo, aquella primavera que Neruda decía que no podrían parar,
decidió frenar en seco.
Como ese coche que quiso llevarse por delante mil y un pétalos
pero que se arrepintió en el ultimo segundo.
Ya no hay flores, ni tampoco primavera.
Y no porque las hayan cortado,
simplemente se han cansado de esperar.
Ya no se sale a bailar.
Es probable, que nos cansáramos
de que nos estuviesen pisando cada dos por tres;
de tener dos pies izquierdos;
y tres manos derechas,
que se quemaban cada vez que tocaban una cintura
o encontraban otra mano que,
-como el zapato de Cenicienta-
se empeñaba en encajar a la fuerza.
Ya no salimos a bailar, por miedo a que nos pisen,
sin darnos cuenta,
de que bailando solos
nos hacemos más daño,
del que pueden hacernos al pisar.
Ya no se escriben cartas.
porque las palabras de plástico
han devorado a las de cristal.
El papel ha sido quemado y al bolígrafo se le ha acabado la tinta.
La mano se ha dormido,
y la inspiración se ha apagado,
al igual que la luz de la habitación donde escribíamos.
Ya no se va al cine.
Porque nos basta con las películas que nos montamos nosotros mismos
una mirada de más, o un beso de menos,
son suficientes para crear un thriller,
o una saga entera.
Las palomitas han dejado de explotar de alegría,
y la bebida la hemos sustituido
por whisky y vozka del malo.
Los bombones se han derretido,
y el telón se ha puesto sus mejores galas
para salir a escena y cerrar la obra.
Ya no se dan los primeros besos del año,
ya no se brinda, ni se abre champan para celebrar.
La copas se rompen por el desuso
y los corazones se congelan de frío.
Las botellas se mantienen cerradas durante veintiocho años
hasta que se tiran,
porque el alcohol y la felicidad se han esfumado.
Todo seguirá estando bien,
mientras los bares sigan abiertos,
mientras tengamos que beber,
y mientras los escritores lleguen a sus libros
oliendo a sexo y whisky
a bajas horas de la mañana,
mientras sus letras, les preguntan a quien más
les han estado escribiendo poemas de amor.
Porque podrán cortar las flores, y podrán detener la primavera.
Podrán quemar los libros, pero nunca parar una palabra certera.
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